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María Zambrano. <Persona y Democracia>.

María Zambrano. <Persona y Democracia>. La historia sacrificial. Antropos. Editorial del hombre. Barcelona. 1988. Colección Pensamiento Crítico/Pensamiento Utópico, dirigida por José Mª Ortega. El presente libro aparecido en 1958 en Puerto Rico; hoy reaparece renombrado por su autora con el subtítulo La historia sacrificial, sintetizando con ello el contenido central de la obra: la cultura occidental entendida como historia sacrificial. "La crisis de Occidente" ya no ha lugar apenas: hay orfandad.

María Zambrano. <Persona y Democracia>.

Recomendamos el artículo de Roberta Johnson (Universidad de Kansas): "El concepto de <persona> de María Zambrano y su pensamiento sobre la mujer".
https://revistes.ub.edu/index.php/aurora/article/view/29575
Índice del libro:
Parte I. Crisis en Occidente.
Perplejidad ante la historia. La conciencia histórica el tiempo.
El alba de Occidente.
La historia como tragedia.
La historia como juego.
Parte II. La tesis de la historia occidental: el hombre.
El conflicto.
La humanización de la historia.
El absolutismo y la estructura sacrificial de la sociedad.
Parte III.
La humanización de la sociedad.
Individuo y sociedad.
La persona humana.
La democracia.
Esta obra fundamental del pensamiento de María Zambrano nos abre con lucidez a la conciencia histórica de ser en el tiempo. <No es el destino, sino simplemente la comunidad -la convivencia- lo que sentimos nos envuelve: sabemos que convivimos con todos los que aquí viven y aun con los que vivieron. El planeta entero es nuestra casa. Convivir quiere decir sentir y saber que nuestra vida, aun en su trayectoria personal está abierta a los demás, no importa que sean nuestros próximos o no… Que formamos parte de un sistema llamado género humano, por lo pronto. Es la condición esencial de la persona humana, que sentimos cerrada. Solemos tener la imagen inmediata de nuestra persona como una fortaleza en cuyo interior estamos encerrados, nos sentimos ser “un sí mismo” incomunicable, hermético, del que querríamos escapar o abrir a alguien: a un amigo, a la persona a quien se ama, o a la comunidad. La persona vive en soledad y, por lo mismo, a mayor intensidad de vida personal, mayor es el anhelo de abrirse y aun de vaciarse en algo; es lo que se llama amor, sea a una persona, sea a la patria, el arte, el pensamiento. Esencial es a la soledad personal el ansia de la comunicación y aun algo más a lo que no sabríamos dar nombre”. (…) El centro de la meditación de la obra es: <La persecución de una ética de la historia o de una historia en modo ético>.​
En el alba de Occidente analiza los orígenes de la filosofía y la religión, los siete sabios de Grecia entre ellos a Tales de Mileto y Pitágoras, el Antiguo Testamento, Egipto, Cristo, Buda en la India, Lao-Tse en China, y esclarece su valor histórico, el sentido profundo, dice Zambrano, de la historia podría titularse: “Historia de una esperanza en busca de su argumento”. Y nos advierte con sabiduría: <El error más grave a que la condición humana está sujeta no es equivocarse acerca de las cosas que le rodean, sino equivocarse acerca de sí mismo: trastocar lo que espera o quiere, disfrazarlo o confundirlo>.​
Prosigue Zambrano: <La historia ha sido representación trágica, pues sólo bajo máscara el crimen puede ser ejecutado. El hombre que no mata en su vida privada es capaz de hacerlo por razón de Estado, por una guerra, por una revolución, sin sentirse ni creerse criminal… Una especie de “Ybris” posee a quienes intervienen en ella, sintiéndose elegidos, elevador por ello a un rango superior a lo humano, desde el cual no han de dar cuentas a nadie o en último término sólo a Dios, en una especial única intimidad, como han creído ciertos protagonistas del absolutismo europeo, olvidando la limitación de ser persona humana, olvidando lo humano de la persona, desdeñando la suprema grandeza que no estriba en función alguna, sino en ser enteramente persona y así se han jugado el ser persona a la carta del personaje que les ha tocado representar. Pues la diferencia está en que el personaje, por muy histórico que sea, lo representamos, mientras que la persona, lo somos>.
Por último, María Zambrano escribe la mejor definición ética-moral, para mí, de democracia: <Si se hubiera de definir la democracia podría hacerse diciendo que es la sociedad en la cual no sólo es permitido, sino exigido, el ser persona>… <El orden democrático se logrará tan sólo con la participación de todos en cuanto persona, lo cual corresponde a la realidad humana. Y que la igualdad de todos los hombres, “dogma” fundamental de la fe democrática, es igualdad en tanto que personas humanas, no en cuanto a cualidades o caracteres, igualdad no es uniformidad>. Y, no olvida a su maestro, María Zambrano: <Siempre he entendido la afortunada fórmula de Ortega: “somos necesariamente libres” como equivalente a esta: “somos necesariamente persona”>.

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